No solo es follar

-Esto se ha acabado-

Así, con cuatro palabras, a uno se le desgarra el corazón. Llevarse comida a la boca para disimular los incómodos silencios. Aguantar las lágrimas porque estás en un lugar público y no quieres montar una escena.

-Soy feliz con él y lo nuestro no va a funcionar-

Dar las gracias de que comemos en un hindú y el picante te permite notarle sabor a la comida. Y menos mal que el picante es mi tipo de comida favorita, algo que me anima. Después de comerme mi parte y casi la de ella, la boca me pica horrores pero no quiero pedir más de beber, no sea que el alcohol me haga soltar las lágrimas que no quiero que vea. La lengua medio dormida me permite pensar en otras cosas. Hago el imbécil, como siempre, para aliviar la presión.

Paseamos por las calles. Hace un sol espléndido, pero empieza el otoño y la chupa hace falta pues el calor no es suficiente para la manga corta. En esa cafetería nos pueden servir café y cambiarme el sabor de la boca. Recuerdo que hablábamos. pero no sobre qué. Había que normalizar la situación y nada mejor que charla insulsa para ello. Acabamos el café y volvemos a echar a andar.

Me sentía hinchado de tanto comer y no me apetecía seguir por la calle. -Vamos a ver una película- Y allá que fuimos a mi piso. -¿Cual prefieres ver?- No sabe, no contesta, así que decidí yo. Y lo tenía claro, Jeux d’enfants. Estaba bastante jodido y esa era nuestra película, quizá así al menos compartiera mi sentimiento de pérdida. Cada vez que aquellos niños intercambiaban su caja significaba cada vez que ella y yo nos intercambiábamos frase por messenguer hacía ya más de diez años.

Cada escena no era más que una alegoría de nosotros. Cada diálogo podía extrapolarse con alguno que tuvimos, o cómo nos imaginábamos a veces nuestros múltiples futuros. La abracé. Quería hacerlo, y si no le gustaba que se fuera. Pero en vez de eso me agarró la mano. Perdí el hilo de la película y me centré en sentirla. El olor de su pelo, notar su cuerpo junto al mío, acompañar su respiración con la mía e intentar atesorar todo aquello en mi memoria.

-Estoy un poco incómoda, voy a cambiar de postura- Me dijo mientras sus ojos, ligeramente brillantes, se clavaban en los míos. Yo solo quería besarla y por cómo me miraba, ella también. Bajó la vista a mis labios, se mordió el suyo y giró la cabeza, no sin antes acariciarme la mano. Esto pasó varias veces más y sin saber muy bien cómo, acabamos los dos tumbados, haciendo la cucharita.

Nuestros cuerpos, pegados. Nuestra respiración, sincronizada. No pude aguantarme y la apreté contra mí mientras con la otra mano comenzaba a acariciarle la cara. No se apartó. Estaba tan a gusto a su lado y con unas ganas tremendas de sentirla parte de mí que era imposible evitarlo, me empalmé. Lo tuvo que notar y tampoco pareció importarle. Y yo ya estaba dispuesto a llegar hasta donde hiciera falta por tener una despedida completa. Necesitaba un cierre y quería que fuera así.

Comencé a acariciarle la cintura, las caderas… Primero solo con los dedos y después con la mano entera. Con la otra mano rozaba sus labio y mi nariz resbalaba por su cuello. Agarré su cadera y empecé a apretar mi polla fuertemente contra su culo. Mis labios, en su oreja, haciéndole cosquillas, haciéndole partícipe de mi respiración, mis ligeros gemidos. En cada golpe de cadera sus labios se abrían más, y dos de mis dedos se colaron en su boca. Los atrapó apretando ligeramente con los dientes, para después acariciarlos con esos labios rojos que tanto me hacen perder la cabeza.

Solté su cadera, y mi mano se perdió por debajo de su pantalón. Sus braguitas, completamente mojadas, me dieron la bienvenida. Las aparté y comencé a acariciarle el coño, mientras ella chupaba los dedos que mantenía en su boca. Dejé de acariciarle el coño e introduje mis dedos dentro de ella, y ya podía volver a hacer presión con mi polla en su culo. Estaba muy excitado, demasiado incluso. Aunque ella parecía estar igual que yo.

En un momento se giró hacia mí, taladrándome con su mirada -Fóllame- y me besó. Creo que pocas veces nos hemos desnudado más rápido. Nuestras manos recorrían al otro con avidez. Nuestros besos me hacían sentir como si nuestras propias almas se tocaran. Observaba su cuerpo en la penumbra, recordando cada curva, cada recoveco de su piel. Quería hacerlo todo despacio, disfrutar de ella, una última vez. Pero era imposible.

Introduje mi polla dentro de ella. Fue una liberación. Me sentó completamente unido a ella, no quería sacarla de allí en la vida. Notaba cada pliegue, cómo las paredes se adaptaban a mí. Mientras la besaba sentía que éramos uno solo, un círculo indivisible formado por dos personas. No era solo sexo. Era una conexión más allá. La definición perfecta de hacer el amor.

Gemía a cada embestida. Su boca, completamente abierta, no ayudaba. Estaba demasiado excitado por el calentamiento. Sabía que no iba a durar mucho más, pero no podía parar. No quería que se acabara esa sensación, deseaba que durara para siempre. Notaba que me iba a correr y no podría hacer nada por evitarlo. Hundí mi polla dentro de ella lo más profundo que pude en cada corrida, que mi semen se quedara dentro de ella y no saliera jamás. Pocas veces me he corrido tanto.

Le pregunté que si se había corrido. No la dejé ni responder, había sido demasiado rápido como para eso. Bajé hasta su coño, mojado, rosado, ligeramente hinchado y por el que comenzaba a salir parte de mi corrida. Paseé mi lengua por allí, notando el sabor salado de sus fluidos con el amargo de mi semen. Ella se estremeció y se abrió completamente de piernas.

Mientras me llevaba su clítoris a la boca, con el dedo anular arrastré mi semen hasta su ano y lo metí dentro e introduje el índice y corazón en su coño. Acompañaba mis jugueteos de la boca con el movimiento de mi mano. Me agarró del pelo con fuerza, llevándome hacia ella. No me iba a dejar moverme de allí hasta que no hubiera acabado y pensaba cumplir con ello.

Sus manos se enredaban en mi pelo, tirando con cada movimiento de mi lengua. Sus piernas comenzaban a temblar y su espalda a arquearse. De su boca, entre gemido y gemido, se le escapaba mi nombre cada vez más fuerte. Conforme aumentan los espasmos lo hacían también los tirones de pelo y el volumen de su voz que ya eran gritos. Yo lo único que quería ya era que toda la ciudad supiera cómo me llamaba yo gracias a ella.

Entonces noté que su orgasmo estaba llegando. Su espalda se dobló completamente, de sus labios solo surgía un grito ahogado y pensaba que me iba a dejar calvo. Con sus piernas rodeó mi cuello con fuerzas y hundió mi nariz en ella, sin dejarme respirar. Pero no iba a parar. Todo su cuerpo comenzó a temblar sin freno, cada roce de mi lengua provocaba una reacción mayor. Estaba teniendo su orgasmo y creo que fue uno de los más intensos que ha tenido nunca.

Después comenzó a relajarse y yo a bajar el ritmo, aunque algún espasmo más se le escapó. Liberó mi cabeza del abrazo de sus piernas y a mi nariz con ella. Sus manos cayeron, inertes, y me puse a su altura. Me miró a los ojos y me dijo -Éste ha sido el último- Yo le dije que sí, pero no fue cierto. No pasa nada porque tampoco era cierto cuando ella me afirmó que era feliz con él.

Subiendo el listón

De esta historia hace ya algunos años. Por aquel entonces acababa de terminar el instituto y aún no había cumplido la mayoría de edad. Solo me había acostado con otras dos mujeres y la verdad, no con mucho éxito. Eso unido a algún complejo extra, pues tampoco ayudaba mucho. Con esas llegó el verano, y fue un buen verano.

Había conocido a una chica por internet, concretamente por Netlog (esa red social me dio más de una alegría). Ella tenía 24 años y me atraía muchísimo. La verdad, siempre he tenido predilección por las que son mayores que yo y ella me sacaba siete años. Os podéis imaginar cómo estaba.

Al principio las conversaciones eran bastante triviales, pero encajamos bastante bien en música. Por aquel entonces aparte de estar bastante salido, que no ha cambiado, escuchaba bastante punk. Que acabáramos hablando de qué canciones nos ponían más cachondos, y porqué, abría bastante el camino.

Al final me invitó a su casa. Accedí de inmediato. Como ella vivía en un pueblo y tenía que coger dos autobuses, había que quedar con tiempo. Recuerdo el día perfectamente, 29 de junio de 2008. ¿Que por qué recuerdo el día exacto? Porque ese día ocurrió algo que mucha gente recuerda, menos yo que no lo vi.

Cuando llegué a su pueblo estaba esperándome en la estación. Su pelo rubio y esos preciosos ojos azules estaban allí. Yo estaba nervioso, pero ella no lo estaba menos, lo cual me sorprendió bastante. Por cómo hablábamos en los últimos mensajes, esperaba que fuera más lanzada. Enseguida me explicaría el motivo.

Mientras caminábamos hacia su piso empezó a comentarme que había hablado sobre mí a sus amigas y claro, se habían reído de ella a base de bien. Una de las bromas era que iban a llamar a la policía por corrupción de menores o que su hermano pequeño tenía la misma edad que yo y a saber qué iba a hacer.

Paramos en un supermercado a comprar cerveza y algo de picar -y de paso descubrí que para el resto del mundo cuando dices Estrella entienden Estrella Damn y no Estrella Levante- y me dio a escoger entre ir un bar con sus amigas a ver el partido o quedarnos en su casa. A ella sí le gustaba el fútbol y ver el partido con ambiente le apetecía, y aunque ver cómo se reían sus amigas era tentador, prefería estar a solas con ella. Le propuse que bebiéramos primero en su piso y luego lo viéramos.

Llegamos a su casa, empezamos a beber y a charlar un poco. De vez en cuando me decía que si no quería que hiciéramos nada, no lo haríamos. Se había tomado bastante en serio lo de aprovecharse de mí, y no podía más que reírme. Conforme fue subiendo el alcohol fui subiendo la temperatura, como en nuestras conversaciones por internet, hasta que decidí besarla. Y reaccionó bien.

El problema comenzó cuando quise ir a más. Aún seguía un poco tímida. La verdad es que me sentó mal, con todo lo que habíamos estado hablando y el viaje que me había echado para que ahora no hubiera nada. Pero decidí tomármelo por el lado divertido. ¿Conocéis la novela «Lolita»? Esa en la que un hombre de mediana edad se enamora de una niña de 12 años. Pues me tocaba hacerle perder la cabeza, como la protagonista, para que hiciera lo que yo quería.

Ella estaba sentada en el sofá, así que me puse de rodillas sobre ella. Le agarré del pelo y acerqué mi cara a la suya, cuando intentó besarme le impedí que moviera la cabeza -No, no. O todo o nada- y me acerqué a su oreja. Empecé a susurrarle algunas estrofas de las canciones que habíamos compartido anteriormente, mientras alternaba con mordiscos. Notaba como se iba excitando cada vez más por el ritmo de su respiración, así que decidí empezar a restregarme un poco, moviendo la cadera.

Sentía que iba a reventar el pantalón con la polla porque estaba increíblemente cachondo. Me erguí para acercársela a las tetas y pude observar como me miraba el paquete y se relamía. -Qué hijo de puta eres- Me agarró de las caderas indicándome que me tumbara. Ella empezó a desnudarse y empecé a hacerlo yo también, pero me dijo que no, que quería desnudarme ella.

Se abalanzó sobre mi, medio desnuda, a besarme. Puse mis manos en su espalda y empece a descenderlas por su espalda, hasta llegar a su culo que agarré con fuerza. Se separó de mí y me sonrió pícaramente, para después pasar su lengua por mi cuello y moderlo con fuerza. Me quitó la camiseta y empezó a recorrer mi cuerpo con la lengua, hasta llegar a mis pezones que mordió intensamente. Nunca lo habían hecho y me encantó, desde entonces siempre pido que lo hagan.

Siguió descendiendo hasta mi pantalón, lo desabrochó y me los quitó. Se notaba perfectamente el bulto de mi dura polla luchando por salir del pantalón. Mientras me miraba con cara de victoria deslizó su mano por el interior de mi muslo y me mordió ligeramente el miembro. Joder, le gustaba duro y me ponía muy cachondo.

Con los dientes cogió mis calzoncillos y empezó a tirar de ellos. Ayudándose con las manos me los terminó de quitar. -Aquí está- Dijo con satisfacción, y se la llevó a la boca, sin miramientos. Empezó a mover la cabeza arriba y abajo, jugando con su lengua, transmitiéndome oleadas de placer en cada movimiento. Después comenzó a morder el tronco de la polla, pero cuando llegaba a la cabeza los retiraba. Usaba la presión justa para no hacer daño, pero el riesgo me daba mucho morbo y aumentaba la excitación.

Estaba muy cerca del orgasmo y entonces me dijo que me pusiera en pie. Lo hice y mientras ella se sentaba en el sofá volvió a chupármelo. Era tan intenso que tuve que apoyarme en la pared para no caerme. Noté que me iba a correr y se lo dije, se sacó la polla de la boca y la primera corrida le cayó en la mejilla. Pareció pensárselo y se la volvió a meter en la boca y siguió chupándomela mientras me corría en su boca sin parar.

Cuando notó que había parado y me preguntó sonriente que si me había gustado. En vez de responderle, pasé mi lengua por su mejilla para coger mi primera corrida y con ella en la boca la besé apasionadamente mientras la tumbaba en el sofa. Al mismo tiempo que mordía su cuello, mi mano recorría su cuerpo, bajando por el pecho, la cintura y subiendo por la españda, hasta que llegué al sujetador y se lo desabroché.

La verdad es que nunca había visto unas tetas tan grandes, ni las he vuelto a ver, las agarré con las dos manos y me llevé el pezón a la boca, mordisquéandolo y succionándolo con avidez. La verdad es que podría haberme quedado allí toda la vida, pero deseaba que se deshiciera entre mis brazos como había hecho yo hace un momento, así que seguí bajando.

Mientras acariciaba su muslo con una mano con la otra levantaba ligeramente la tela de su ropa interior, ya mojada, dejando al descubierto su coño depilado. Lo rocé con la punta de la lengua, de abajo arriba, sin prisa, notando el sabor ligeramente salado de su sexo. Me moría de ganas de llevármelo entero por lo que le quité las bragas con rapidez.

Allí estaba, húmedo, rosado, ligeramente hinchado y abierto para mi. Introduje mi lengua en su coño mientras su espalda se arqueaba y un ligero gemido se escapaba de sus labios. Marchaba bien. Acerqué la punta de la lengua a su clítoris, presionándolo ligeramente, acariciándolo, observando cómo reaccionaba su cuerpo a mi paso.

Me lo llevé entero a la boca, succionándolo ligeramente y jugando con él con mi lengua, adecuando mi ritmo al de sus espasmos. Sus gemidos resultaban cada vez más escandalosos, su cuerpo se movía entre mi brazos y solo era capaz de decirme «Joder». Seguí aumentando el ritmo hasta que me agarró de pelo con fuerza apretándome contra ella y sus piernas se engancharon a mi cuello al mismo tiempo que gritaba -No pares. Por tus muertos, no pares- Y no paré. Conforme se corría gritó como una salvaje y pensé que me iba a estallar la cabeza de la presión que ejercía con sus manos y piernas, pero mereció la pena.

Después follamos, pero no lo recuerdo como nada del otro mundo, aún era muy inexperto y la variedad de posturas que tenía era muy escasa. Además esta entrada ya es larga de cojones, y pocos serán los que hayan llegado hasta aquí. Pero lo que hizo remarcable aquel encuentro fue lo que me dijo al final, sin yo decirle nada -He estado tres años con mi pareja y puedo contar con los dedos de una mano los orgasmos que he tenido, y contigo esta noche habré tenido unos quince ¿Seguro que solo has follado dos veces?-

No me lo creí, sobre todo cuando me dijo que se había corrido hasta cuando me la estaba chupando. Aún así me subió mucho la autoestima y me valió para ir más suelto en posteriores encuentros. Con el tiempo aprendí que el verdadero motivo de que disfrutara tanto no fue que yo tuviera un don innato para follar, sino el morbo que le producía. La música, la edad que le hacía pensar que hacía algo que estaba mal, el no poner límites…

Como esta cuenta es anónima me da igual que no creáis lo que he escrito, al fin y al cabo no gano nada con mentiros. Pero sí me servirá de base cuando explique cosas de cómo veo yo el sexo, poder citar esa noche. Porque la verdad, siempre recordaré la noche en la que mientras Fernando Torres marcaba un gol, al otro lado de la pantalla yo marcaba quince.

 

P.D. Si queréis saber las canciones que compartíamos, aquí algunos ejemplos

Tú me vicias – El Último ke Zierre

Cómemelo – Lujuria

Haz lo que quieras – Barricada

Quiero ser tu perro – El Último ke Zierre

Grupos de trabajo

Andaba un poco nervioso a la cita. La último que había tenido había sido un fracaso, así que andaba algo tenso. No debería estarlo, la verdad, y para que conozcáis el porqué deberé empezar desde el principio.

Hacía poco que me había dejado mi pareja y como yo soy de esos imbéciles que se enamoran hasta las trancas, andaba bastante tocado. Pero si algo he aprendido estos años es que hay que cumplir con el correspondiente luto y después que su olor sea reemplazado por nuevas y mejores amantes.

Por aquel entonces estaba en un grupo de trabajo con y a mí se me antojó una mujer de las que andaban por allí. Existía una relación agradable entre nosotros, pero no parecía que fuera a ir a mayores. Cabezón que es uno, probé a intentar quedar con ella, pero no hubo suerte. Una lástima, pero qué le vamos a hacer, la vida es así.

Pero al mismo tiempo parecía que otra chica de las que había me tiraba. Soy un inútil para enterarme de esas cosas aunque esta vez lo pillé. Aunque estaba interesado en la otra uno nunca apaga estas cosas, la chica era mona y bastante simpática, porque nunca sabe qué puede pasar. Cómo mi primer objetivo no arrancaba, me dejé querer.

Hablamos un poco por whatsapp. Y me buscaba. Joder que si me buscaba. Estaba hecho. Recuerdo la última conversación que tuvimos antes de quedar. Iba tan avanzada la cosa que le dije que estaba dudando entre darle dos besos, o uno directamente. «Sorpréndeme» me dijo. No podía defraudarla.

Pero ahí estaba yo, nervioso. Siempre he creído que hacer las cosas con un poco de nervios es bueno, están ahí para recordarte que eres humano y aún puedes cagarla, pero no puedes dejar que te dominen o acabarás bloqueado. Aposté la predicción de la noche al saludo inicial. Me había pedido que la sorprendiera y eso intentaría hacer.

La vi al otro lado de la calle y me saludó, también parecía un poco nerviosa, lo cual era bueno. Cuando me acerqué a ella la cogí de la cintura y ella no hizo amago de girar la cara para darme dos besos. Así que lo hice yo. Por el rabillo del ojo observé su cara de desilusión. Para el segundo beso ya si ladeó el rostro, por lo que con la mano izquierda lo agarré y la besé en la boca, mientras que con la derecha la atraía hacia mí.

-Pensaba que no lo ibas a hacer- Me dijo, un poco cortada.-Me pediste que te sorprendiera, así que eso he hecho- Al ver mi sonrisa socarrona se rió y me llamó imbécil. Siempre me ha gustado ser un poco cabrón y provocar esa reacción en las mujeres. Aunque tengo que estar bastante seguro, debería arriesgarme más.

La noche transcurrió fluida. Cervezas en una terraza. Siempre me gusta empezar las citas al aire libre, y como en mi ciudad suele hacer buen tiempo puedo hacerlo bastante. Eliminas la sensación de agobio, y al sentirse libre es mucho más natural. Después probamos en dos bares para las copas. Uno estaba a reventar, suele estarlo pero siempre pruebo porque me gusta mucho. En el segundo tuvimos suerte y justo cuando entramos un sofá se quedó libre.

No tardamos en calentarnos al poco de traernos la primera copa. Un grupo de chicas nos miraba intrigadas y el camarero flipaba un poco. La verdad es que el público me ponía. Tampoco hice nada más allá de meterle mano por debajo de la falda y acariciar un poco, pero ahí estaban. Por suerte nadie se acercó a decirnos que paráramos.

Pagamos la copa y nos fuimos de allí, dejando alguna sonrisilla pícara en el bar. Nos comimos en cada portal, moviéndonos cada vez que pasaba alguien. Pero en cada nueva parada mi boca mordía más fuerte su cuello y mi mano llegaba más lejos. Al final dando tumbos acabamos en el parque en el cual durante el instituto me ponía a correr el profesor de educación física.

La chica besaba bastante bien, así que me senté en un banco y ella se puso encima de mí. Tenía la polla bastante dura y sus movimientos de cadera no hacían por bajarme la erección. Deslicé la mano por debajo de su camiseta y comencé a sobarle las tetas. Me moría de ganas de saber como eran sin sujetador, así que con la otra mano me arriesgué a quitárselo. Saltó a la primera, y ella ni se inmutó. Me encantó palpar sus tetas, libres de ataduras. Disfruto muchísimo agarrándolas, y más si puedo morder los pezones mientras.

Me sentí con libertad para empezar a masturbarla. Cuando palpé, noté que tenía las bragas completamente mojadas, así que pasé el dedo por el coño de abajo a arriba, para que se empapara bien y llegué al clítorís, donde empecé a masajearlo con movimientos circulares. Noté cómo apretó sus muslos contra mí y le costaba concentrarse en besar.

Cada vez se restregaba con más fuerza contra mi polla y sus gemidos más frecuentes. Se moría de ganas porque me la follara, pero esa noche quería que me lo rogara. Se abrazó completamente a mi, como si quisiera que nos convirtiéramos en uno. Su cara era una mezcla de frustración y placer, y descargó su tensión en mi cuello en forma de mordisco.

Al estar tan pegada mi brazo estaba en una postura muy incómoda, pero no paré de masturbarla. Mordía tan fuerte y se movía tan rápido que pensé que se iba a correr. Entonces con la voz entrecortada se acercó a mi oído me susurró -Fóllame…ya… joder- Llevaba tiempo esperando que me lo dijera.

Me desabroché el pantalón y mientras ella agarraba mi polla yo le apartaba las bragas para dejar su coño, húmedo y caliente, accesible. Se la metió como si no pudiera aguantar el ansia. Esta vez en vez de abrazarse a mí se agarró de mi cuello y se echó hacia atrás, como si estuviera en un rodeo.

Le miré la cara y tenía una expresión como de rabia, como si quisiera hacerme daño con cada golpe de cadera. Me encanta cuando se ponen así. Yo no paraba de masturbarla, quería que tuviera un buen orgasmo. Comencé a notar como clavaba las uñas en el cuello y sus jadeos se volvían cada vez más entrecortados. Debía estar cerca del orgasmo así que me dejé ir.

-Sí, joder… me voy… no pares- Me soltó, mientras echaba la cabeza hacia atrás. No solo no paré, sino que le masturbé con más rápidez. Noté como se le tensaron todos los músculos,un grito ahogado y después se dejó caer sobre mí. Ella se había corrido pero yo estaba a punto, así que la tumbé sobre el banco y la embestí varias veces hasta que me corrí.

La acompañé hasta su casa, donde nos despedimos. Al volver a la mía noté que me picaba el cuello, así que me rasqué. Me di cuenta de que tenía un arañazo al lado de la nuca. Le envié un mensaje que decía -Me has dejado un arañazo en el cuello :(- Al cabo de un par de minutos me respondió -Sabré compensártelo.-

Pero esa ya es otra historia.