Grupos de trabajo

Andaba un poco nervioso a la cita. La último que había tenido había sido un fracaso, así que andaba algo tenso. No debería estarlo, la verdad, y para que conozcáis el porqué deberé empezar desde el principio.

Hacía poco que me había dejado mi pareja y como yo soy de esos imbéciles que se enamoran hasta las trancas, andaba bastante tocado. Pero si algo he aprendido estos años es que hay que cumplir con el correspondiente luto y después que su olor sea reemplazado por nuevas y mejores amantes.

Por aquel entonces estaba en un grupo de trabajo con y a mí se me antojó una mujer de las que andaban por allí. Existía una relación agradable entre nosotros, pero no parecía que fuera a ir a mayores. Cabezón que es uno, probé a intentar quedar con ella, pero no hubo suerte. Una lástima, pero qué le vamos a hacer, la vida es así.

Pero al mismo tiempo parecía que otra chica de las que había me tiraba. Soy un inútil para enterarme de esas cosas aunque esta vez lo pillé. Aunque estaba interesado en la otra uno nunca apaga estas cosas, la chica era mona y bastante simpática, porque nunca sabe qué puede pasar. Cómo mi primer objetivo no arrancaba, me dejé querer.

Hablamos un poco por whatsapp. Y me buscaba. Joder que si me buscaba. Estaba hecho. Recuerdo la última conversación que tuvimos antes de quedar. Iba tan avanzada la cosa que le dije que estaba dudando entre darle dos besos, o uno directamente. «Sorpréndeme» me dijo. No podía defraudarla.

Pero ahí estaba yo, nervioso. Siempre he creído que hacer las cosas con un poco de nervios es bueno, están ahí para recordarte que eres humano y aún puedes cagarla, pero no puedes dejar que te dominen o acabarás bloqueado. Aposté la predicción de la noche al saludo inicial. Me había pedido que la sorprendiera y eso intentaría hacer.

La vi al otro lado de la calle y me saludó, también parecía un poco nerviosa, lo cual era bueno. Cuando me acerqué a ella la cogí de la cintura y ella no hizo amago de girar la cara para darme dos besos. Así que lo hice yo. Por el rabillo del ojo observé su cara de desilusión. Para el segundo beso ya si ladeó el rostro, por lo que con la mano izquierda lo agarré y la besé en la boca, mientras que con la derecha la atraía hacia mí.

-Pensaba que no lo ibas a hacer- Me dijo, un poco cortada.-Me pediste que te sorprendiera, así que eso he hecho- Al ver mi sonrisa socarrona se rió y me llamó imbécil. Siempre me ha gustado ser un poco cabrón y provocar esa reacción en las mujeres. Aunque tengo que estar bastante seguro, debería arriesgarme más.

La noche transcurrió fluida. Cervezas en una terraza. Siempre me gusta empezar las citas al aire libre, y como en mi ciudad suele hacer buen tiempo puedo hacerlo bastante. Eliminas la sensación de agobio, y al sentirse libre es mucho más natural. Después probamos en dos bares para las copas. Uno estaba a reventar, suele estarlo pero siempre pruebo porque me gusta mucho. En el segundo tuvimos suerte y justo cuando entramos un sofá se quedó libre.

No tardamos en calentarnos al poco de traernos la primera copa. Un grupo de chicas nos miraba intrigadas y el camarero flipaba un poco. La verdad es que el público me ponía. Tampoco hice nada más allá de meterle mano por debajo de la falda y acariciar un poco, pero ahí estaban. Por suerte nadie se acercó a decirnos que paráramos.

Pagamos la copa y nos fuimos de allí, dejando alguna sonrisilla pícara en el bar. Nos comimos en cada portal, moviéndonos cada vez que pasaba alguien. Pero en cada nueva parada mi boca mordía más fuerte su cuello y mi mano llegaba más lejos. Al final dando tumbos acabamos en el parque en el cual durante el instituto me ponía a correr el profesor de educación física.

La chica besaba bastante bien, así que me senté en un banco y ella se puso encima de mí. Tenía la polla bastante dura y sus movimientos de cadera no hacían por bajarme la erección. Deslicé la mano por debajo de su camiseta y comencé a sobarle las tetas. Me moría de ganas de saber como eran sin sujetador, así que con la otra mano me arriesgué a quitárselo. Saltó a la primera, y ella ni se inmutó. Me encantó palpar sus tetas, libres de ataduras. Disfruto muchísimo agarrándolas, y más si puedo morder los pezones mientras.

Me sentí con libertad para empezar a masturbarla. Cuando palpé, noté que tenía las bragas completamente mojadas, así que pasé el dedo por el coño de abajo a arriba, para que se empapara bien y llegué al clítorís, donde empecé a masajearlo con movimientos circulares. Noté cómo apretó sus muslos contra mí y le costaba concentrarse en besar.

Cada vez se restregaba con más fuerza contra mi polla y sus gemidos más frecuentes. Se moría de ganas porque me la follara, pero esa noche quería que me lo rogara. Se abrazó completamente a mi, como si quisiera que nos convirtiéramos en uno. Su cara era una mezcla de frustración y placer, y descargó su tensión en mi cuello en forma de mordisco.

Al estar tan pegada mi brazo estaba en una postura muy incómoda, pero no paré de masturbarla. Mordía tan fuerte y se movía tan rápido que pensé que se iba a correr. Entonces con la voz entrecortada se acercó a mi oído me susurró -Fóllame…ya… joder- Llevaba tiempo esperando que me lo dijera.

Me desabroché el pantalón y mientras ella agarraba mi polla yo le apartaba las bragas para dejar su coño, húmedo y caliente, accesible. Se la metió como si no pudiera aguantar el ansia. Esta vez en vez de abrazarse a mí se agarró de mi cuello y se echó hacia atrás, como si estuviera en un rodeo.

Le miré la cara y tenía una expresión como de rabia, como si quisiera hacerme daño con cada golpe de cadera. Me encanta cuando se ponen así. Yo no paraba de masturbarla, quería que tuviera un buen orgasmo. Comencé a notar como clavaba las uñas en el cuello y sus jadeos se volvían cada vez más entrecortados. Debía estar cerca del orgasmo así que me dejé ir.

-Sí, joder… me voy… no pares- Me soltó, mientras echaba la cabeza hacia atrás. No solo no paré, sino que le masturbé con más rápidez. Noté como se le tensaron todos los músculos,un grito ahogado y después se dejó caer sobre mí. Ella se había corrido pero yo estaba a punto, así que la tumbé sobre el banco y la embestí varias veces hasta que me corrí.

La acompañé hasta su casa, donde nos despedimos. Al volver a la mía noté que me picaba el cuello, así que me rasqué. Me di cuenta de que tenía un arañazo al lado de la nuca. Le envié un mensaje que decía -Me has dejado un arañazo en el cuello :(- Al cabo de un par de minutos me respondió -Sabré compensártelo.-

Pero esa ya es otra historia.